Me siento cada noche en mi vieja silla de lino, observo y recuerdo, medito y me río; por mi esternón se abren paso carcajadas llenas de rabia y desesperación, quizas muchos tengan razón…ahora soy esa loca de la colina rodeada de gatos que no hace mas que hablarle a una pared llena de mascaras de mil colores… Mi anciana memoria ya no me hace recordar todos los secretos que estas guardan, vagos recuerdos se pasean por mi cabeza, se detienen se burlan y se alejan dejando nada mas que un leve rastro, de lo que antes fui.
Pero ya no importa ¿Qué mas darán las historias de una pobre vieja? Nadie sabe que ya estoy harta de sonreír y callarme todas esas mentiras y fraudes que viví, no son cuentos ni locuras de la edad, todo es real, tan real que, aun con todo el tiempo pasado, lloro al recordar como el reloj se paro, como mi aliento se congelo y como todo quedo rodeado de una gran bola de fuego.
Ese día deje de rezar, total ¿de que me sirvió? Sin ninguna justificación se llevaron a los que yo mas quería, precipitándome a una guerra de la cual, yo ni siquiera sabia que existía… cuando tienes 6 años es difícil saber porque a tu padre le obligan a esconderse mientras que tu madre te aprieta fuerte contra su pecho y evita temblar sin éxito alguno. Al cerrar los ojos y acariciar mi brazo ahora arrugado, aun recorro con existo esa zona antes lisa y sin impurezas, donde con odio y brutalidad me clavaron lo que durante años fue mi nombre y esencia.
Respiro y miro de nuevo mis mascaras… son solo papeles de teatro que nunca interprete, son lugares que nunca visite… son todo lo que quise ser y se arrebato, son mi única vida no vivida…Si, a mis 87 años de edad, sentada en mi vieja silla de lino, observo y recuerdo, medito y me río… mientras espero a esa muerte que, como tantas veces antes, no llega y alarga mis recuerdos y mi soledad.
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